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15/1/09

LA TEJEDORA DE KUÉLAP- Cucha del Águila


Cuentan que hasta hace algunos años vivía en el valle de Uctubamba a los pies de la majestuosa fortaleza de Kuélap, una mujer.

Su nombre era Lucinda o quizás Rosenda o tal vez María.
En realidad, ya nadie lo recuerda bien.
En el valle se han olvidado muchas cosas
y otras tantas se guardan en secreto.

No era ni muy vieja ni muy joven
en su rostro y en sus manos
estaban marcados todos los caminos
que en la vida había recorrido.


Hasta al pie del promontorio rocoso donde se hallaba su casa, llegaron alguna vez aventureros, estudiosos, pastores, ronderos, campesinos para verla o para oírla.
Y es que esta mujer era conocida por todo lo que sus oídos habían escuchado,
por todo aquello que sus ojos habían visto,
por lo que conservaba en su memoria.
Y más conocida aún, era
por los hermosos tejidos que ella hacía.

Cuando alguien le hacía un pedido- tapiz, poncho o manta abrigadora-
ella se preparaba desde el amanecer. Su rutina era siempre la misma:
Al llegar el día, ella dejaba que los rayos del sol atravesaran esa colcha de nubes que siempre cobijó el valle y que alguna vez lo protegió.
Enseguida se instalaba delante de su telar,
tomaba el algodón convertido ya en ovillos de hilo.
Luego, mirando la fortaleza como pidiendo permiso a sus ancestros y divinidades en los que ella creía, empezaba a tejer.

En el tapiz iban naciendo rombos, figuras de animales y frisos.
Mientras tejía y tejía, con sus palabras iba tejiendo también la historia olvidada,
iba tirando del hilo de su memoria las historias que acompañaron a su pueblo,
y que la gente iba olvidando.

La tejedora de tapices e historias murió hace algún tiempo, algunos dudan de que ella en verdad haya existido.
Pero nadie duda de las historias que se dice ella contaba,
porque hasta hoy son escuchadas de boca de algunos ancianos, curanderos, artesanos y maestros.
Los mismos relatos se siguen contando igual o parecido, más cortos o más largos, pero al final y en esencia diciendo las mismas verdades.

También hay otra cosa que es muy cierta y es que en este valle hay muchas mujeres tejedoras que en sus obras van recordando formas antiguas, dibujos de antes. Ellas van tejiendo en un gran telar los retazos de su historia.

Soñé con este relato un día.
Cuando visité Kuélap con mi hermana Ana, encontré a la tejedora. Vi que no había sido un sueño. Ahí estaba. .Tengo una frazada y una alfombrita hechas por ella.
Gracias a Cucha y gracias a Enrique Angulo Pratolongo por la foto.