Las mujeres nacieron con ojos de ver,
pero hacía tiempo que tenían el corazón triste y la vista nublada.
Los hombres querían recordar, pero tenían la memoria vacía.
Y la Huaca dormía, dormía, hacía rato que dormía. Estaba muda.
Y las mujeres querían ver y los hombres recordar.
Porque hacía rato que se habían olvidado de ser lluvia,
de ser flor, de ser siembra, de ser risa.
Hacía rato que se habían olvidado de cómo hablar a las Diosas y a los Dioses.
Un día, decidieron despertar a la Huaca.
Llegaron todos juntos, despacito hasta ella.
Despacito se pusieron a cantar, a musicar, a danzar
Despacito acariciando sus ojos de tierra.
Despacito acariciando su boca de tierra.
Despacito acariciando sus oídos de tierra.
El viento ayudaba.
Y la HUACA despertó.
Y la Huaca empezó a hablar con palabras de viento.
La Huaca contó:
Hace mucho tiempo vino desde el mar, empujado por las olas,
el gran señor Naylamp
acompañado de hombres y mujeres;
un tañedor de caracoles, anunciaba su llegada.
En la tierra que lo acogió construyó casas y palacios.
El Gran Señor Naylamp traía con él un ídolo de piedra llamado Yampayec.
La Huaca Chotuna fue su primer templo.
Después de mucho tiempo de paz y de quietud
después de haber tenido muchos hijos le vino a Naylamp el tiempo de morir.
Pero Naylamp no murió.
Se transformó en ave y desapareció volviéndose inmortal.
Muchos dicen que el pueblo de Naylamp, el pueblo seguidor de Yampayec, desapareció.
Otros dicen que se regaron sin rumbo por la tierra.
Y aquellos que recuerdan que Naylamp es inmortal
lo buscan todavía.
Y a los hombres y mujeres que no olvidan,
cuando les llega la hora de morir, no mueren.
A ellos les brotan alas y se echan a volar.
Fui invitada por Tito la Rosa a rendir Homenaje a la Huaca Chotuna en Lambayeque, a decir mis textos y a contar Naylamp . Tantas cosas se dicen de él. Antes del viaje peleamos mucho entre nosotros .Costó trabajo llegar al lugar, había un paro regional. Llegando por fin, ya en la Huaca , el viento no nos dejó instalar el sonido , la música ni las palabras salían. Fuimos a visitar la Huaca de cerca, a hablarle, a pedirle permiso. Las palabras llegaron, la música, los tambores y la fiesta con todo el pueblo. De alguna manera sentí que mi amigo Nicolás Buenaventura se invitó también.