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16/2/09

RUSTAM Y TAMINA

INTRODUCCIÓN

Simurgh es una criatura alada, de la forma de un enorme pájaro, capaz de levantar por los aires a un elefante o una ballena: Tiene la cabeza de un perro y las garras de un león. A veces también se la presenta con cabeza humana. Es un ser benevolente con los humanos y de una ambigua femineidad.
Se la considera tan vieja que se cree que ha visto tres veces la destrucción del mundo y que posee el conocimiento de todas esas edades.
Se considera que Simurhg purifica la tierra y el agua y que es fuente de fertilidad. Representa la unión entre la tierra y el cielo y es mensajera entre ambos mundos.
Su vuelo esparce las semillas que curan todas las enfermedades de la humanidad.
En el “Libro de los Reyes” se cuenta que Zal nació albino y eso hizo creer a su padre que estaba poseído por los demonios. Así, que tomó al niño y lo abandonó en la cima del monte más alto de Persia.
Cuando la criatura sintió frió y hambre comenzó a llorar. Su llanto llegó a oídos del tierno corazón de Simurgh. Ella tomó al niño y lo llevó a su nido. Allí lo cuidó, lo educó y enseñó el conocimiento y la sabiduría del amor.
Cuando llegó el momento del retorno de Zal al mundo de los hombres, Simurgh se sintió muy triste y le regaló tres plumas de oro con las cuales podía convocarla si necesitaba ayuda, quemándolas.
Al volver a su reino y llegado el tiempo, Zal se enamoró y se casó con Rudaba. Niña Luminosa, Princesa de Kabul. Con el tiempo tuvieron a su primer hijo, Rustam. Este casi hizo fallecer a su madre durante el parto, por lo grande que era su tamaño. Ante la desesperación, Zal convocó a Simurgh quemando una de las plumas de oro entregadas al separarse. Simurgh apareció e indicó a Zal como hacer posible el parto y salvar la vida de ambos, madre y bebé, mediante una cesárea.

1 Cazando, Rakhsh desaparece


Ocurrió una vez, hace mucho tiempo, que Rustam, el gran guerrero héroe de Persia, fue a cazar. Estaba tan ocupado en seguir el rastro de un león de montaña, que dejó a Rakhsh, su caballo, bastante lejos, atadas sus riendas a un árbol.

Cuando por fin mató al león con su arco, cargó la pieza sobre sus hombros y volvió sobre sus pasos hacia donde había dejado amarrado a Rakhsh. Pero cuando llegó, el caballo había desaparecido.

Rakhsh el luminoso, era el fiel compañero de aventuras de Rustam. Compañero de toda su vida. Su color era como el de pétalos de rosa esparcidos sobre un campo de azafrán. Rustam lo vio por primera vez siendo muchacho en las manadas de caballos salvajes que había en el camino entre Zabulistán y Kabul. Rakhsh era un poderoso potro con el pecho y hombros de león. Aparentaba tener la fuerza de un elefante. Con el tiempo demostró ser una animal muy inteligente y de fidelidad legendaria. Nadie sino Rustam podía montarle. Rustam era el único al que reconocía como amo. Al mismo tiempo, el era el único caballo que podía llevar a Rustam dada la gran fortaleza del guerrero y su enorme peso. Debido a la protección divina, ambos vivieron una larga vida. Murieron traicionados por el hermanastro de Rustam, Shaghad,… pero esto es ya otra historia.
Podéis imaginar la gran preocupación de Rustam al no encontrar a su amigo. Había ocurrido que las riendas, por un extraño azar, se habían roto, y Rakhsh había galopado en la dirección que su amo había tomado. Pero un traficante turco de caballos que pasaba por allí, trató de capturar al hermoso animal para añadirlo a su manada. Rakhsh se encabritó y coceó con fuerza al traficante, logrando al fin zafarse, pero en su carrera quedó a muchas millas de donde Rustam lo había dejado.

Rustam fue siguiendo las huellas de Rakhsh, pero la noche se echaba encima y además el cuerpo del león era muy pesado, por lo que decidió pasar la noche en la falda de una montaña y proseguir la búsqueda al día siguiente. Recogió leña y encendió un fuego, y tras arroparse con su manta, se tendió junto a la hoguera.

2 El señor Samagan

En ese momento, los siervos de un gran señor que vivía en los alrededores, al ver la luz de la hoguera, se acercaron y le condujeron amablemente hasta el pueblo. Fueron enviados varios rastreadores a buscar al caballo y el noble propuso a Rustam quedarse en su mansión como huésped hasta que lo encontraran.

- ¡La paz sea contigo, buen Rustam! - dijo el noble -. Tu famoso caballo no puede estar muy lejos, y si se halla en algún lugar de estas tierras mis hombres lo encontrarán.

Rustam quedó más tranquilo al oír esto, aunque temía por la suerte del bello animal al que quería mucho y por el que habría dado cualquier cosa con tal de poder verlo de vuelta sano y salvo. Se sentó a la mesa del noble, cuyo nombre era Samagan, y charlaron animadamente hasta muy entrada la noche.

3 Impresionante Tamina

Estaba ya casi amaneciendo cuando Rustam se dispuso a dormir. Una hermosa mujer, asistida por un esclavo negro, preparó su dormitorio con mantas de pelo y cojines de seda. Finalmente perfumó la estancia con agua de rosas e incienso y dijo dirigiéndose a él:

- Descansa, gran Rustam. Espero que tengas dulces sueños. No temas por tu caballo ya que, después de haber sido asustado por un traficante turco, se escapó, pero en estos momentos está siendo traído de vuelta por los rastreadores.

Luego se dio la vuelta y se dirigió al harén. Rustam, que estaba fascinado por la belleza de la dama, y admirado por sus extrañas palabras proféticas, preguntó al esclavo negro que le atendía:

- Dime, hermano de piel de ébano, ¿quién es esa gacela de ensueño?.

El esclavo contestó:

- Es Tamina, la hija única de mi señor Samagan, que es experta en todas las artes de la magia y encantamientos. Su madre fue una Peri que volvió con su gente después de nacer ella, ya que el matrimonio con mortales produce una gran tristeza a las Peris, puesto que no son comprendidas en el mundo de los hombres. Tamina es nacida de estirpe de leones y ningún príncipe es digno de ella. Jamás ningún hombre le ha visto sin velo o había oído el sonido de su voz. Pero se dicen sobre ti cosas que parecen cuentos de hadas, aseguran que no temes a genios ni leones ni cocodrilos, que tu mano siempre está dispuesta a luchar, que haces gemir el aire bajo los mandobles de tu espada… Escuchando estos relatos y ahora que el destino ha querido que llegues a esta ciudad, tal vez Dios permita que tu seas el hombre que consiga este tesoro.

Diciendo esto, el esclavo encendió la lámpara y se retiró. Rustam pensó que Tamina había averiguado todo lo que le había sucedido a Rakhsh gracias a sus poderes mágicos, y pronto cayó en un profundo sueño, libre al fin de toda ansiedad y preocupación. Estaba seguro, tal y como Tamina le había dicho, de que Rakhsh estaría pronto de vuelta.


4 Tamina prueba a Rustam

Rustam se despertó al día siguiente con el sonido alegre de su caballo relinchando junto a la ventana. El joven sintió en su corazón el deseo de que la bella Tamina fuera su esposa, y envió un mensaje a Samagan pidiéndole una reunión con ella lo más pronto posible. A mediodía su anfitrión le envió la respuesta:

- ¡Oh Rustam, gran guerrero! Es un honor para nuestra casa el que desees ver a mi hija. En una fiesta que daré esta noche tendrás la oportunidad de hablar con ella.

Rustam pasó el resto del día jugando al polo con Samagan y los miembros varones de la familia, y cuando el sol se puso, varias campanadas anunciaron a todos el comienzo de la fiesta.

A la izquierda del noble se sentó Tamina, vestida con las más finas sedas, mientras que Rustam fue colocado a la derecha de Samagan. Al sonido de la música, y entre bromas y manjares, todo el mundo se divirtió hasta el amanecer. Después de la fiesta, Rustam quiso decirle a Tamina que quería casarse con ella, pero apenas trataba de decírselo, ella se echaba a reír y cambiaba de tema sin dejarle hablar.

Cuando las criadas quitaban ya el mantel blanco que se había usado en la fiesta, Tamina intentó escapar hacia el harén, pero Rustam salió detrás de ella, la sujetó firmemente por el brazo, y le dijo:

- Te lo he preguntado una vez, y ahora te lo repito por segunda vez: ¿Quieres ser mi mujer?.

Ella soltó de nuevo una carcajada y se convirtió en un gato salvaje que le arañó con sus afiladas uñas. Rustam no se inmutó, y volvió a insistir cuando Tamina recobró su forma de mujer:

- Te lo he preguntado dos veces y ésta es la tercera: ¿Te casarás conmigo?.

Pero, tan pronto como le sujetó el brazo, Tamina se convirtió en una gran serpiente negra de venenosos colmillos y comenzó a silbar furiosamente. Pero Rustam no se movió. Cuando volvió de nuevo a su forma humana, Rustam la cogió de nuevo con fuerza por las muñecas con ambas manos y, aunque Tamina se convirtió en una leona primero y luego en una gacela, no pudo escapar de él. Entonces, y viendo que Rustam estaba decidido a todo, Tamina susurró:

- Muy bien. Acepto casarme contigo, Rustam. Casémonos según los ritos acostumbrados.

5 Armonía

En la boda, mil monedas de oro fueron arrojadas a los pobres, y cien corderos fueron asados en la plaza del mercado. La novia iba vestida con traje de pedrería, y Rustam ató alrededor del brazo de Tamina un talismán de ónice para protegerla de todo peligro y en previsión de que hubiera algún diabólico Jinn presente en el aire durante la fiesta.

- ¡Mi señor Rustam! - dijo ella -. Renuncio a todas mis artes mágicas y a mis conocimientos de hechicería desde este momento, ya que siendo tu esposa no necesito las artes que mi madre me enseñó. Tu brazo y tu espada son ahora mi única protección.

Y pasados los siete días de fiesta, Rustam cogió a Tamina en sus brazos y, colocándola en una silla, cabalgaron hacia su nuevo hogar.

6 Suhrab

Pasó un año y nació un niño al que Tamina puso el nombre de Suhrab. Rustam no llegó a ver al chico ya que se encontraba luchando en los más recónditos dominios del Shah. Cuando Suhrab cumplió catorce años fue hasta su madre y le preguntó:

- ¿Dónde está mi padre? ¿Por qué nunca ha venido a casa en todos estos años? Quiero que me des tu bendición e iré a buscarle allí donde esté.

Tamina se echó a llorar al oírle. Luego, ató al brazo derecho del Suhrab el talismán que Rustam le había dado, y le dijo:

- Tu padre ha estado luchando todos estos años desde que naciste contra los enemigos del Shah, y ha debido olvidarse de nosotros. Pero ve y cabalga hacia la China, que es donde los ejércitos del Shah están ocupados ahora.

Y dándole su bendición, le dejó partir a buscar al poderoso Rustam.

7 La batalla entre Suhrab y Rustam

Durante muchos días y noches Suhrab cabalgó hasta que le llegaron noticias de la muerte del re de China, y oyó decir que los victoriosos ejércitos de Irán volvían con honores y trayendo un gran botín.

Suhrab llegó poco tiempo después hasta el campamento de las tropas del Shah y preguntó a todos cuál era la tienda del gran Rustam. Pero, temiendo que fuese un espía, todo el mundo le dijo que Rustam no estaba allí. Suhrab durmió esa noche junto a su caballo, ignorando que su padre se hallaba a muy pocos metros de él, en la gran tienda en la que ondeaba un estandarte con colas de yak.

Al día siguiente, Suhrab montó en su caballo y cabalgó orgulloso entre los guerreros del Shah buscando a Rustam sin lograr encontrarlo. Entonces Rustam en persona vio al arrogante muchacho y le detuvo diciendo:

- ¿Quién eres tú para atreverte a cabalgar entre las tropas de Rustam como si fueras de noble cuna?. Ven, alejémonos de aquí y salgamos de las formaciones del ejército.

Suhrab replicó:

- Bien, vayamos a combatir solos tu y yo. Eres alto y fuerte, pero tus brazos se han debilitado con el paso de los años.

Rustam miró a aquel hombre tan altanero y le dijo suavemente:

- ¡Oh! joven que aún eres tierno. Yo soy viejo, he visto muchos campos de batalla y nunca he sido vencido. Me compadezco de ti, no quiero arrancarte la vida.

Mientras Rustam hablaba así, el corazón de Suhrab se precipitaba hacia él, le dijo:

- Voy a hacerte una pregunta, respóndeme con la verdad. Dime cual es tu linaje, pues creo que tu eres Rustam, de la estirpe de Neriman.

- No soy Rustam, soy un hombre cualquiera. No tengo trono, ni palacio ni diadema.

- Suhrab, que se había llenado de esperanza, se desesperó y la brillante luz de aquel día se oscureció para él. El combate entre ambos comenzó y duró todo el día, pero se separaron sin que hubiese un vencedor, el padre lleno de ansiedad, el hijo abrumado por el cansancio.

Al amanecer los dos héroes se encontraron de nuevo y Suhrab dijo alegremente:

- ¿Cómo has dormido? ¿Preparas tu corazón para la lucha? Te propongo que nos sentemos y hagamos un acuerdo, mi corazón te comunicará su amor, dame a conocer tu origen, ¿no eres acaso Rustam el elegido, señor de Zabulistán?

-¡Oh, joven ávido de gloria! Ayer convinimos en luchar y no prestaré oídos a tus engañosas palabras. Lucharemos lo mejor que podamos y será lo que el dueño del mundo haya ordenado.

Desmontaron y se enfrentaron de nuevo como leones durante todo el día hasta que Suhrab lo tuvo a su merced y sacó un puñal para separar el cuerpo de la cabeza de Rustam, pero éste dijo entonces:

-¡Oh, héroe! Entre nosotros las leyes del honor disponen que el que lucha con otro y lo derriba no le corta la cabeza la primera vez, pero si lo hace por segunda vez adquiere el derecho a cortársela; tal es nuestra costumbre.

Por medio de esta estratagema Rustan esperaba librarse de la garra de aquel dragón y escapar de la muerte. El joven lleno de corazón se dejó conmover por las palabras y, soltando a su oponente, se marchó al desierto.

Empezaron a luchar de nuevo y en esta ocasión Rustan consiguió derribar a Suhrab. Teniéndolo a su merced, sacó rápidamente su espada y estaba a punto de clavarla en el pecho de su noble adversario cuando este dijo:

- La búsqueda de mi padre me ha llevado a esta muerte y mi esfuerzo ha sido inútil, ¡Ay de mi! Antes de matarme, ¡dime quien eres!.

8 El retorno de Rustam

Rustam sintió que sus fuerzas le abandonaban y gritó:

- Yo soy ese Rustam por el que preguntas, ¿qué señales son aquellas por las que te reconocería?.

- Mi madre ató a mi brazo un ónice y me dijo: “Es un recuerdo de tu padre, consérvalo y úsalo cuando sea necesario”, pero ya es demasiado tarde.

Rustam abrió la armadura y vio el ónice; había estado en tantas batallas que se había olvidado de todo salvo del arte de la guerra. Dejó caer su espada y lloró abrazado a su hijo, confimándole por fin que si, que era el gran Rustam.

Después juntos festejaron el feliz encuentro hasta el canto del gallo. Así, al día siguiente, Rustam y su hijo fueron de vuelta a casa, con sus alforjas llenas de oro y extraños tesoros para regalar a Tamina y pedirla perdón por la larga ausencia.

Y así sus ojos volvieron a brillar de nuevo.