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31/3/10

Cuento Sufí


LA PRINCESA OBSTINADA

Había una vez un Rey que creía que lo que le habían enseñado y lo que él pensaba era lo correcto. Era un hombre justo en muchos aspectos, pero era un hombre limitado para ver más allá de sus ideas.

Un día reunió a sus tres hijas y les dijo:
- “Todo cuanto poseo es vuestro, o lo será. A través de mi obtuvisteis la vida y es mi voluntad la que determina vuestro futuro y por tanto vuestro destino”.

Obedientemente y muy convencidas de esa verdad, sus dos hijas mayores acataron el decreto de su padre.

La tercera hija, no obstante dijo:
- “A pesar de que mi posición me obliga a ser obediente a las leyes, no puedo creer que el destino de mi vida dependa siempre de tu voluntad”

El Rey no pudiendo dar crédito a lo que estaba escuchando, de labios de su propia hija le dijo, muy enojado:
- “Eso lo veremos jovencita”

El Rey ordenó que se la encerrara en una pequeña celda, donde languideció durante años. Mientras tanto, el Rey y sus dos hijas obedientes dilapidaron libremente las riquezas que de otro modo hubieran sido gastadas por ella.

Los habitantes del país, enterados de la situación de su princesa se decían unos a otros:
- “Debe de haber hecho o dicho algo realmente grave, para que un monarca tan sabio y justo, al que no encontramos falta, trate así a su propia sangre”

Claro que ellos no sabían la necesidad que tenía el Rey de sentirse un hombre justo ante todos las cosas.

Aquella noche al Rey no le resultó fácil abandonarse a su reposo. Estaba intranquilo por la decisión tomada y reflexionaba sobre los hechos demostrándose una y otra vez que él tenía razón:

- “Esta joven está en prisión no por su propia voluntad sino por la mía. Esto prueba, de modo suficiente, para cualquier mente lógica que es mi voluntad y no la de ella la que determina su destino”

Hasta que finalmente abatido por el cansancio se quedo dormido

Por la mañana el Rey despertó con la idea de ir a visitar a su hija a la celda donde estaba encerrada. Quería persuadirla para que cambiase de idea, pero la joven aunque pálida y debilitada por su encierro rehusó a cambiar de actitud.

Finalmente la paciencia del Rey llego a su límite:
- Hija mía tu continuo desafío solo logrará enojarme aun más y además aparentemente debilitará mis derechos y mi autoridad. Ya el pueblo comienza a murmurar. Podría matarte y acabar de una vez con todo esto pero da gracias a que soy un hombre misericordioso….por lo tanto, he decidido que para que no me crees más problemas te destierro a un desierto que linda con mi territorio. Es un desierto poblado por bestias salvajes, excéntricos y proscritos incapaces de sobrevivir en nuestra sociedad racional.
- Allí pronto descubrirás si puedes llevar otra vida que no sea la de tu familia, y si lo logras, tú verás si la prefieres a la nuestra.

La orden del rey fue rápidamente acatada y la princesa fue conducida a la frontera del país donde fue puesta en libertad.

La princesa se encontró en un territorio salvaje que guardaba poca semejanza con el ambiente protector en el que ella se había criado. Pero pronto se dio cuenta que una cueva podía servir de casa, que los frutas provenían tanto de los árboles, como de los platos de oro y que el calor provenía del sol. Este desierto tenía un clima y una forma de existir propia.

Después de un tiempo ella se había organizado tan bien su vida que tenía agua de los manantiales, vegetales de la tierra y fuego de un árbol ardiendo sin llama.

- “He aquí un lugar cuyos elementos se integran formando una unidad pero ni individual ni colectivamente obedecen a las órdenes de mi padre.” – pensaba la joven.

Un día un viajante perdido – casualmente un hombre de gran riqueza y muy guapo – se encontró con la princesa exiliada y se enamoró de ella y la llevo a su país donde se casaron.

Después de un tiempo, ambos decidieron volver al desierto donde se habían conocido y construyeron una enorme y próspera ciudad. Allí su sabiduría, sus recursos se expresaron plenamente y los excéntricos, muchos de ellos considerados locos, armonizaron completa y provechosamente con esta vida de múltiples facetas.

La ciudad y la campiña que la rodeaban se hicieron famosas por todo el mundo. Y por decisión unánime del pueblo la princesa y su esposo fueron elegidos los monarcas de este nuevo e ideal Reino, que pronto eclipsó en poder y belleza al del padre de la princesa.

El Rey escuchó hablar de aquel extraño lugar surgido del desierto, donde él había exiliado a gente de su reino que despreciaba, y a su hija.

Muchas sensaciones de curiosidad, temor, celos y envidia se debatían en su interior.

El Rey decidió visitar aquel lugar extraño y misterioso del que tanto le habían hablado. Todo se dispuso para realizar el largo viaje que duró 7 días y sus 7 noches.

Cuando llegó aquel país, fue recibido en el salón del trono, donde la joven pareja estaba sentada. El Rey se inclinó ante sus majestades y al levantar la cabeza, pudo reconocer la mirada de su hija, que le susurro al oído estas palabras llenas de amor y entendimiento:

- “Ya ves Padre como cada hombre y cada mujer tiene su propio destino y su propia elección”.

texto enviado por Carlos Ansotegui, cuentero español.

ENTREVISTA A UN TUAREG. Enviado por Frida Luna


(Una bonita entrevista a un Tuareg realizada por VÍCTOR-M. AMELA a: MOUSSA AG ASSARID)

- No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...! Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo


- ¡Qué turbante tan hermoso...!


- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.


- Es de un azul bellísimo...


- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...


- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?


- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color
del mundo.


- ¿Por qué?


- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.


- ¿Quiénes son los tuareg?


- Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.


- ¿Cuántos son?


- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas.


Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.


- ¿A qué se dedican?


- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...


- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?


- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.


- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?


- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!


- ¿Sí? No parece muy estimulante. ..


- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.


- Saber eso es valioso, sin duda...


- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!


- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?


- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!


- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?


- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...


- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...


- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.


- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?


- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...


- ¿Tanto como eso?


- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.


- ¿Qué pasó con su familia?


- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...


- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?


- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...


-Y lo logró.


- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.


- ¡Un Tuareg en la universidad. ..!


- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra. Aquí, por la noche, miráis la tele. Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?


- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!


- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.


- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

-Fascinante, desde luego...


- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...


- Qué paz...


- Aquí tenéis relo… allí tenemos tiempo.

Esta entrevista me fue enviada por Frida Luna, peruana radicada en Monterrey, Mexico.